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Opinión

EL MUNDO | El único que siempre ha mentido es el presidente del Gobierno

Foto: @sanchezcastejon en X.

Las últimas revelaciones sobre el caso Koldo no sólo retratan hasta qué punto la trama corrupta de José Luis Ábalos penetró en el corazón del Estado y del PSOE, sino que desvelan un hecho político extraordinariamente grave. Hoy, seis meses después de que el presidente Pedro Sánchez iniciara una agresiva campaña de degradación de las instituciones y de ataque a jueces y medios para defenderse de las supuestas mentiras sobre su esposa y su Gobierno, sabemos a ciencia cierta que quien mintió fue él. Que lo hizo ante el Senado. Y que con sus falsedades protegió públicamente a su hombre de confianza, el poderoso ministro de Transportes y número 2 del PSOE, ante uno de los episodios más oscuros de su mandato: el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas de Delcy Rodríguez, con quien la trama tenía una estrecha relación.

La realidad, según la UCO, es que Sánchez no sólo sabía de ese viaje sino que, cuatro días antes, lo autorizó. «Bien», le contestó a Ábalos, quien lo había orquestado de la mano de Víctor de Aldama, comisionista y «nexo conductor» de todas las tramas que confluyeron en la Administración. Sin embargo, el presidente afirmó que el Gobierno, siguiendo el «muy buen juicio» de Ábalos, se limitó a evitar una «crisis diplomática» ante el aterrizaje aparentemente imprevisto de la vicepresidenta del autócrata Maduro.

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Todas las versiones del Gobierno sobre aquella noche en Barajas -maletas incluidas- fueron falsas. Y esa verdad abre preguntas muy inquietantes sobre el amparo de España a la salida de Venezuela, bajo coacciones y amenazas, de Edmundo González.

El escándalo es mayúsculo. En el caso de que Ábalos engañase a Sánchez al no advertirle de que Delcy tenía prohibido pisar Europa, ¿por qué lo encubrió? ¿Y por qué no lo cesó al día siguiente? Conviene recordar que no lo hizo hasta más de un año después, en una decisión nunca explicada, pero que después lo recuperó para las listas electorales. Es la razón por la que el ex ministro, a punto de su imputación, está hoy aforado.

La responsabilidad política de Sánchez es inocultable. Aldama se valió de la cercanía que tenía con su mano derecha en el PSOE, y del afán de notoriedad de su mujer, Begoña Gómez, para lucrarse. Así, maniobró en favor de una empresa de hidrocarburos y también para que Air Europa recibiera un rescate, con fondos europeos, en el que Sánchez -también Calviño- intervino. Los contratos de mascarillas en pandemia por los que estalló el caso son sólo la punta del iceberg.

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Aldama ya duerme en prisión: se le han encontrado 70 millones de euros en el extranjero. El ex tesorero del PP Luis Bárcenas tenía 47 millones, y fue precisamente la necesidad de acabar con la corrupción lo que Sánchez y Ábalos blandieron para justificar la moción de censura que los llevó al poder. Por entonces, el líder socialista le decía a Mariano Rajoy: «Con usted la corrupción ha llegado a la Presidencia del Gobierno. (…) Si no pone fin a su agonía, acabarán agonizando las instituciones y nuestra democracia. Sólo tiene un camino: dimitir».

Hoy el hedor se hace insoportable. Los cinco días de abril, la «máquina del fango» y el plan de medios de Sánchez se revelan con crudeza como una estrategia destinada a galvanizar a su espacio social, con la ayuda entregada de sus medios afines, para defenderse de una escandalosa verdad. Las palabras son suyas: «No arrastre a España en su caída, señor presidente».