El ataque suicida el jueves en los alrededores del aeropuerto de Kabul, reivindicado por el grupo Estado Islámico, pone a prueba al nuevo régimen de los talibanes, que siempre alegaron que bajo su dirección volverían a traer seguridad a Afganistán tras décadas de guerra.
El atentado, que provocó al menos 85 muertos, entre ellos 13 militares estadounidenses, supone una primera prueba para los talibanes, que se hicieron con el poder tras tomar la capital Kabul, el pasado 15 de agosto.
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«Los ataques de anoche (jueves) han vuelto a mostrar una vez más que ningún grupo puede pretender monopolizar la violencia en Afganistán, ni tampoco tener el monopolio de garantizar la seguridad» en el país, afirma Abdul Basit, investigador en el S. Rajaratnam School of International Studies de Singapur.
No obstante, un portavoz de los talibanes, Bilal Karimi, dijo a la AFP, tras el atentado, que el grupo Estado Islámico «será derrotado».
Los talibanes adoptaron durante su campaña militar una política de liberación de presos, a medida que se hacían con las capitales provinciales y controlaban las prisiones.
No solamente fueron liberados los talibanes encarcelados –que engrosaron las filas de los insurgentes en su camino a Kabul– sino también a muchos otros yihadistas, que pudieron sumarse a las filas del grupo Estado Islámico del Khorasan (EI-K), rama del grupo yihadista que opera en Afganistán desde hace años y reivindicó el atentado en el aeropuerto de Kabul.
Enemigos
Procedentes de diferentes ramas del yihadismo más radical, los dos grupos, talibanes y EI-K, son enemigos y han protagonizado sangrientos enfrentamientos durante años en Afganistán.
Antes del atentado contra el aeropuerto de Kabul, los talibanes no reconocieron su error al abrir indiscriminadamente las prisiones, y culparon en cambio al expresidente Ashraf Ghani, que huyó del país el mismo día de la toma de Kabul.
«Tenemos que tener cuidado porque presos de Dáesh (acrónimo de EI) huyeron de las cárceles y se esconden, después de que responsables del gobierno de Kabul abandonaran sus puestos», dijo el portavoz talibán, Suhail Shaheen, esta semana al medio paquistaní Geo News.
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Shaheen afirmó además que los talibanes estaban al tanto de las informaciones sobre una inminente amenaza terrorista, que según gobiernos occidentales podían proceder del EI y tener como objetivo –como ocurrió– el aeropuerto de Kabul, donde miles de afganos tratan desesperadamente de huir del país.
«Nuestro departamento de inteligencia, y nuestras fuerzas de seguridad siguen activas para evitar incidentes que puedan causar pérdidas humanas», agregó Shaheen
Responsabilizar a EEUU
Los talibanes también responsabilizaron a Estados Unidos, alegando que la seguridad en el área donde se produjeron las explosiones era controlada por las fuerzas norteamericanas.
Los combatientes talibanes siguen manteniendo estrictos controles en los accesos que conducen al aeropuerto de Kabul, pero hay un espacio poco controlado que los separa de las tropas estadounidenses, que están a cargo de las puertas del aeródromo.
«Los puestos de control de los talibanes en la ciudad fallaron en detener a quienes perpetraron el ataque cerca del aeropuerto de Kabul», afirma, sin embargo, Nishank Motwani, un analista afgano basado en Australia.
«Pero eso supone dar por hecho que los talibanes intentan ante todo garantizar la seguridad para proteger vidas», agrega.