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Diamante colonial pone a la corona británica en aprietos, piden devolverlo a la India

FOTO: AFP

El famoso diamante Koh-i-Noor, uno de los símbolos de autoridad soberana más antiguos del mundo, estuvo ausente de la reciente coronación de Carlos III en Londres, poniendo de manifiesto la relación cada vez más incómoda del Reino Unido con su pasado colonial.

Tras la pomposa ceremonia, celebrada el 6 de mayo en la Abadía de Westminster, las joyas de la corona volvieron a su lugar de exposición en la Torre de Londres. Pero una pregunta persiste ¿cuál es el lugar legítimo de esta piedra preciosa de valor incalculable?

Cuenta la leyenda que el diamante -originalmente de 186 quilates antes de ser tallado a 106 quilates a petición de la reina Victoria- denota autoridad suprema al menos desde la época de la invasión de los reinos del sur de India por el sultanato de Delhi en el siglo XIV.

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La compañía británica de las Indias Orientales se anexionó el reino de Punjab al término de una guerra en 1849 y obtuvo como parte del tratado de paz el célebre diamante que después entregó a la reina Victoria.

Desde entonces ha sido una de las joyas de la corona británica, lucida en las ceremonias oficiales.

Pero la reina Camila, esposa de Carlos III, decidió no lucirlo esta vez durante la coronación, en un contexto de creciente debate sobre los símbolos imperiales británicos y las peticiones de India para que sea restituido.

Las autoridades indias han reclamado su devolución en repetidas ocasiones, y el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Arindam Bagchi, subrayó el año pasado que el país seguiría «explorando vías y medios para obtener una resolución satisfactoria».

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Eddie LeVian, consejero delegado de la joyería estadounidense Le Vian, entre cuyas clientes figuran Rihanna y Jennifer López, tiene una relación especial con el diamante: su familia lo cuidó mientras estuvo temporalmente en manos del Sha de Persia en el siglo XVIII.

Entrevistado por la AFP durante un acto en la Torre de Londres, se interrogó sobre la legalidad de devolverlo a India. «Fue regalado a la reina Victoria por la compañía de las Indias Orientales y no fue sacado de India por los británicos», argumentó.

«Este diamante no fue descubierto por el gobierno indio», insistió, señalando que India no existía como entidad soberana en el momento de su descubrimiento.

«Si la reclamación llegara a un tribunal internacional no sé si las pruebas mostrarían que el gobierno de India tiene derecho al diamante Koh-i-Noor», agregó.

MITOS

Parte del problema consiste en la incierta historia del diamante.

Aunque hay pocas dudas de que se extrajo en su territorio, su historia mezcla hechos reales y mitos, lo que provocó reivindicaciones de varios países, entre ellos Afganistán, Irán y Pakistán.

Según Martin Bayly, profesor de la London School of Economics (LSE), su historia es «tan controvertida que sería imposible ponerse de acuerdo sobre cualquier noción legal de propiedad».

«En cualquier caso, no sé qué autoridad juzgaría» el caso, dijo a la AFP.

El diamante llegó a manos británicas en una época en la que India estaba formada por muchos reinos y estados diferentes, y la familia del maharajá que lo poseía cree que es de su legítima propiedad, y no del Estado indio.

«Los debates sobre la propiedad proceden de un contexto jurídico contemporáneo de Estados nación soberanos», pero se refieren a una época en que esa noción «significaba algo diferente», explica Bayly.

Las esperanzas de India residen sin embargo en los argumentos morales que surgen en el propio Reino Unido.

La exposición de la Torre de Londres presenta ahora el diamante como un «símbolo de conquista» y explica que un tratado de paz obligó a un maharajá que tenía 10 años a «renunciar a él».

Bayly también señala como un ejemplo de esta nueva tendencia la reciente devolución por parte de varias instituciones británicas de bronces del antiguo reino de Benín saqueados durante la época colonial.

«Los mismos argumentos pueden aplicarse a Koh-i-Noor», afirma. Pero el debate sobre el diamante es más político «porque es un símbolo de poder», considera.

Esta piedra preciosa se ha vuelto «tan diplomáticamente tóxica» que es «casi inutilizable» en eventos oficiales, pero resultaría «políticamente ingenuo» creer que algún gobierno aceptaría devolverla, advierte.

AFP