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Venezuela

Agitando las calles: el activista venezolano que se convirtió en un Caballo de Troya

Miles de personas tomaron las calles de Venezuela en el 2014 para protestar contra el régimen de Nicolás Maduro. Estaban inconformes por la delincuencia, el alto nivel de la inflación y la escasez de productos básicos.

Uno de estos manifestantes era Nixon Leal, un joven activista que hoy vive en Los Ángeles, California, tras un exilio forzado por su participación en estas protestas.

“Fui de la calle a la lucha política, de la lucha política a la cárcel, de la cárcel a la tortura, de la tortura a la clandestinidad. Yo no he conocido otra cosa,” recordó Leal en entrevista con la Voz de América.

Nace la llama del activismo

Antes de convertirse en un activista social, Leal explicó que no entendía de qué se trataba la política. Sin embargo, tenía muy claro que su palabra era su firma.

“Si yo daba mi palabra en algo, eso era. Que se caiga el mundo pero mi palabra no,” explicó Leal.

Según Leal, fue esta misma ideología la que prendió la llama del activismo desde una temprana edad, cuando un opositor político se le acercó a su amigo con una propuesta.

“Él le dice ‘mira sabes qué? Si tú quieres, como te gusta el fútbol, yo te doy un balón de fútbol, te doy una un trofeo, te ayudo a organizar un evento, tú haces tu torneo, pero tú me ayudas a entrar en este barrio para yo tratar de ganar votos’,” dijo Leal.

Los jóvenes cumplieron su parte de la promesa, pero el dirigente incumplió la suya y tras esa decepción, Leal decidió unirse al partido de la oposición. Sin embargo, su intención era otra.

Caballo de Troya

Su rechazo al régimen de Maduro lo incentivó a unirse a la oposición. No obstante, la desilusión con el dirigente opositor también jugó un papel importante en su decisión.

“Sabía que estaba en contra del Gobierno y no me gustaba, pero era porque simplemente no me gustaba. Entonces luego cuando veo que la oposición tampoco era muy buena. Entonces yo digo qué es esto? Pero seguía siendo oposición, pero era oposición a ellos también a muchas de sus cosas que realmente no eran buenas porque iban contraria a los códigos de crianza que me había inculcado mi familia,” dijo Leal.

El 12 de febrero de 2014, estallaron las protestas y miles de personas tomaron las calles para manifestar su rechazo a las políticas del mandatario.

De acuerdo con un estudio de la organización Human Rights Watch, el gobierno venezolano respondió a estas manifestaciones multitudinarias con un uso brutal de la fuerza provocando muertes, dejando a varias personas gravemente heridas y cientos arrestadas.

“Yo cuando protestaba usaba como una especie de máscara para ocultar mi identidad por temor a represalias. Entonces este personaje aparecía siempre en las protestas y se volvió muy popular. Pero no sabemos quién es ese personaje, ese enmascarado se volvió como un símbolo de la resistencia porque todos los jóvenes que esperaban al 9 y 10 de la noche para ver el contenido de estos periodistas empezaron a imitar o a querer hacer cosas como las que estaba haciendo ese personaje enmascarado que no era otra cosa que protestar. Poca gente muy poca gente sabía que el que usaba esa máscara era yo”, dijo Leal.

Sin embargo, las máscaras se replicaron y Leal entendió que el personaje se había convertido en un símbolo de la resistencia y un emblema que tenía que ser manejado con responsabilidad.

Arrestos

Según narra, Leal estuvo cinco veces tras las rejas por su participación en las manifestaciones de 2014. Al recuperar su libertad casi tres años después, Leal se dio cuenta de que el movimiento opositor había cambiado de tono.

“Duré dos años, siete meses y 22 días detenido ahí. Ya no era solamente que vas, protestas y de repente hay confrontación, tiraste algunas piedras o algún molotov. No, ya es hoy había trascendido. Si antes estabas arriesgando tu vida. Esto era peor,” explicó Leal.

En varias ocasiones, el joven activista se vio obligado a entrar en la clandestinidad hasta que, según narró, en 2017 las fuerzas del orden público allanaron su hogar y lanzaron una amenaza contra su familia.

“Apenas ellos se van, lanzan la amenaza de que ‘bueno dígale a su hijo que si no se entrega va a ir presa usted’. diga la subida. Y de una mi hermano desde Holanda, se mueve y ayuda a mi mamá y la saca a Cúcuta, Colombia”, recordó Leal.

Fue en este momento que el joven venezolano decidió irse de Venezuela solo, convertirse en un exiliado más y hacer la ruta que miles de migrantes hacen y que cientos no sobreviven: el Tapón del Darién o el “infierno verde”.

Voz de América